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VUKOVAR, RECUERDOS DE UNA GUERRA

 

Antiguo depósito de agua de VukovarHace veinte años, cuando empezó la guerra en Croacia, era casi una niña. En aquella época en España, todos habíamos oído hablar de Yugoslavia, aunque sólo fuera por sus magníficos deportistas, pero nadie conseguía entender de dónde habían salido esos croatas, serbios y bosnios que luchaban unos contra otros. La República Federal era una gran desconocida, gracias a que nuestros regímenes políticos habían sido opuestos durante muchos años y tan solo algunos afortunados habían visitado el país, como si de una gran aventura se tratase.

No recuerdo en qué momento, entre 1991 y 1995, nos acostumbramos a que los telediarios comenzaran con las últimas noticias, prácticamente en directo, de esa guerra. Comíamos y cenábamos viendo cómo miles de personas huían de sus hogares, como las casas quedaban arrasadas por los feroces bombardeos y cómo día tras día moría gente en un conflicto que, aunque nos apenaba, nos parecía muy lejano.

Fachada dañada en VukovarEn el año 2001 visité Vukovar. Todavía hoy, una década después, conservo nítidos los recuerdos y sentimientos de aquella soleada tarde de diciembre que marcó en mi un antes y un después. Esa aparente lejanía que había sentido años atrás me sacudió de repente en la cara, con una bofetada de realidad.

Me pareció que Vukovar estaba en el fin del mundo, distante de Osijek sólo 40 kilómetros, pero rodeado de una extensa y desierta llanura y del Danubio, un río que se tornaba oscuro en las afueras de la ciudad con el reflejo de los bosques serbios de la otra orilla, más amenazadores que el diminuto puesto fronterizo en el que un único soldado montaba guardia. ¿Para qué más? Nadie cruzaba el puente que llevaba a Serbia.

En realidad Vukovar sí estuvo una vez en el fin del mundo, o más bien en el infierno, durante los largos meses del Sitio que conmovió a medio planeta pero que nadie supo o quiso impedir.
La ciudad hablaba de ese negro episodio de su historia sin palabras. Cada rincón parecía gritar las atrocidades vividas. Miles de pequeños agujeros de bala y fragmentos de granadas y mortero en las paredes de los edificios, calles enteras de casas hundidas por las bombas, un cementerio demasiado grande lleno de cruces blancas y, como icono indiscutible de la guerra y símbolo de la resistencia croata, el depósito de agua de la localidad, que se mantuvo en pie a pesar de ser bombardeado hasta el aburrimiento por el ejército serbio.

Nikad zaboravit! (¡Que nunca se olvide!)Vukovar, aún hoy, veinte años después, vive precedida de su trágica historia. A pesar de hechos como que Boris Tadic, presidente serbio, visitó la ciudad a finales de 2010 y pidió perdón en nombre de Serbia por todo lo sucedido durante la guerra, es difícil que las heridas sanen de repente. De hecho, dudo mucho que sanen al menos en otros veinte, treinta, cuarenta años... ¿Quién sabe?
Todavía hay cientos de desaparecidos y al menos dos generaciones que sufrieron en sus carnes tanta locura. Hablar de Vukovar en la tradicional Eslavonia es, aún hoy en día, hablar de dolor. Son pocos los que quieren olvidar, porque son pocos también los que no tienen una historia demasiado triste que contar.

E. Ramón

Fotos: Ian Bancroft

 

En el siguiente vídeo se puede ver cómo era Vukovar antes, durante y después de la guerra.


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